sábado, 7 de mayo de 2011

Comunidad de Cali (Colombia)

UN SOLDADO DE DIOS...

En el movimiento de seglares claretianos en Colombia, siendo relativamente joven, a sus 27 años se ha planteado objetivos y metas muy claras que nos permiten identificarnos como cristianos que tratamos de hacer nuestra la misión de Jesús en el mundo, vivimos las exigencias del Reino y préstamos en la Iglesia un servicio de evangelización según el carisma y el espíritu de San Antonio María Claret, nuestro gran inspirador, dentro siempre de nuestra identidad seglar.

Si tratamos de ubicar el movimiento en la figura de un ser humano podríamos decir que aunque se encuentre en la etapa de la adultez joven, donde ya se han concretado muchas de las expectativas profesionales y se ha consolidado su personalidad, contaría con una formación íntegra, sin tener en cuenta la apariencia exterior, o estéticamente dicha, sería una persona con muchos potenciales espirituales, con una enorme belleza interior que irradia los dones recibidos y que lo han convertido en un ser de servicio y que a su vez lo convierte en un estilo de vida. Este hombre, tendría como meta principal en su vida seguir e imitar a Jesucristo en trabajar y procurar siempre el convertir las realidades en las que se encuentre inmerso. Vivimos ocupados en los deberes del mundo, en las condiciones ordinarias de la vida familiar, laboral y social. Allí el seglar esta llamado por Dios, para que, desempeñando sus funciones, guiado por el Espíritu Evangelizador, contribuyendo a la transformación del mundo.

La identidad de esta persona humana está orientada siempre desde su servicio misionero por la línea de la redención, de la promoción y liberación del prójimo. Siente llamado a la evangelización antes que otros servicios eclesiales y movilizados por la irrefrenable pasión evangelizadora que el Espíritu desata en él, se entrega a la evangelización misionera mediante el servicio de la palabra, sin replegarse por el cansancio, las dificultades o las persecuciones.

Por lo tanto, deberá vivir fortaleciendo sus relaciones con el mundo en fraternidad como hermano y luchando para que todos los hombres vivan también como hermanos, promocionando la justicia, la paz, la igualdad, la solidaridad, y demás valores. Que le hará crecer cada día mas moldeando su propia vida según el Reino de Dios. Haciendo de su conversión a Cristo, un encuentro con Cristo y una decisión personal de respuesta.

Las opciones de principio que inspiran el compromiso de este ser y que orientan, como actitudes permanentes, todas sus acciones son:


  • La inserción plena en el mundo.
  • La competencia profesional, que cualifica el servicio a los demás.
  • El compromiso por la causa de los pobres y la acción en favor de la justicia.
  • Promocionar un modelo de Iglesia más comunitario y participativo en el que todos los fieles puedan desarrollar plenamente las responsabilidades y Exigencias de su propia misión eclesial.
  • El empeño por multiplicar los agentes de evangelización

Hablando del modo concreto de seguir a Jesús expresado en la vocación y misión que se ha recibido de Dios; la vida espiritual es el punto de confluencia del carisma y del compromiso misionero, donde se unen la llamada de Dios y la respuesta personal a la misma, que se expresa; en un estilo de vida según las bienaventuranzas. La vida según el Espíritu, conduce al pleno desarrollo humano y a la perfecta integración de todas las dimensiones de la persona. Se funden en perfecta unidad todas las dimensiones de nuestra existencia: la inserción en el mundo, las responsabilidades y tareas temporales, acciones, oraciones y vida sacramental, como expresiones inseparables de la realidad única e indivisible del amor a Dios y a los hombres.

Como seglares reconocemos que el Espíritu mismo, que ha sido enviado a nuestros corazones, es quien impulsa y dinamiza nuestra vida espiritual. También nos llena de su Palabra, convirtiéndonos totalmente a él, conociéndolo y amándolo cada día más para que él nos transforme en auténticos testigos del Evangelio.
Transformados en Cristo vivo en medio del mundo y así poder exclamar como San Pablo:
“Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi”


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